De acuerdo a Xavier Zubiri la razón moral no es únicamente lógica ni únicamente social o histórica, el filósofo asegura que la experiencia personal trae consigo una experiencia social e histórica y viceversa. Para todo lo que pensamos, realizamos y planeamos, buscamos una justificación moral que sea lo suficientemente convincente para contar con la seguridad de que estamos actuando bajo lineamientos correctos.
El principal obstáculo para hallar los lineamientos correctos, se trata de la inexistencia de los mismos. Los millones de personas que habitamos los distintos continentes del mundo, tenemos culturas, costumbres y tradiciones que son particularmente diversas e importantes y es justo eso lo que convierte a las sociedades únicas e irreemplazables. Por ello, es imposible que existan principios o normas únicas para todos nosotros, sobre cuál es la forma correcta en la que debemos actuar, pensar o simplemente ser y existir.
Nos encontramos en una época adversa, donde el entorno nos empuja a elegir un bando, un polo o un color y para nuestra elección por ende recurrimos a justificar nuestra partida. Quizá en el pasado todos de alguna forma se vieron obligados también a elegir, pero ahora nuestro tiempo se muestra un poco más abierto en cuánto a la libertad de elección, ya que, la mayoría de personas ha dejado de seguir los patrones impuestos por la comunidad y ha optado por elegir su propio destino.
El problema con la libertad que hoy tenemos, es nuestra falta de preparación para respetar las decisiones y opiniones de los demás, y mientras menos respetemos, más justificaciones innecesarias aparecerán. Se nos olvida que no debemos ni podemos buscar culpables en los roles que asumimos, porque en algún momento del día ocupamos todos los lugares y perfiles. Con el paso de los años noto cada vez más cómo las personas nos atacamos unas a otras por las diferencias de posturas que adoptamos sobre diversos temas, olvidando que nuestro derecho termina cuando empieza el del otro, pero eso sí siempre damos la mejor explicación sobre nuestra premisa y conservamos una justificación propia que es única, válida y concreta en la discusión, porque aseguramos ser especialistas de lo que sostenemos.
Bajo la perspectiva de las relaciones interpersonales que desarrollamos a lo largo de nuestra vida, la justificación moral juega un papel clave porque se construye de acuerdo a los criterios de formación que nos han sido impuestos. La familia y el colegio son los principales maestros durante los primeros años, luego, en la adolescencia, comenzamos a seleccionar conforme a nuestros gustos los grupos a los que deseamos pertenecer, y de la adultez, siendo yo una joven adulta sólo escribiré por lo que me toca, pero sin duda ya rumbo a los dulces treinta años, estoy segura que todas las personas sabemos lo que nos gusta y lo que no (siendo válido cambiar del no al sí y viceversa en segundos).
Sin embargo, el aprendizaje social no termina a ninguna edad, y al paso de recorrer varios senderos, vamos adquiriendo nuevos modismos y formalismos que transforman y cultivan en todo momento nuestro conocimiento personal. Lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, lo suave y lo áspero, la falta de carisma y la sobra de sonrisas, los buenos modales y los desagradables, cambian atendiendo al lugar, tiempo y espacio en el que nos desenvolvemos.
La justificación moral puede estudiarse de acuerdo a múltiples variantes y ángulos, pero las dos visiones que más me apetece compartirles son las que reflejo a continuación. La primera visión se trata de la justificación moral que utilizamos para darle validez a una actuación que tiene origen dentro de un esquema de virtudes, porque con ella se justifica un acto de empatía, de honradez, de lealtad, de humildad, de honestidad, de compasión o de generosidad, a esta llamémosle le bien de la justificación moral.
La segunda visión de la justificación moral se trata de aquella que como el médico español Miguel Lorente indica, es aquella a la que recurre un agresor para no sentirse responsable de sus acciones, porque los actos que se defienden se desenvuelven en un espectro de violencia, de egoísmo, de injusticia, de falsedad, de cerrazón, de farsa, de perjuicio y por ello utiliza sus criterios de formación, para sostener que la razón de su actuar, se debe a que protege a un bien mayor, que en este caso, dependerá de la educación que haya recibido, a esta llamémosle le mal de la justificación moral.
Entre le bien et le mal… encontramos dos fórmulas por las que nos justificamos moralmente todos los días cuando buscamos explicar nuestras acciones, la decisión y la responsabilidad de cómo construirlas y externarlas recae en nosotros mismos. Sí bien la vida misma es una justificación, el hecho de profundizar y analizar cuál es la base de nuestros argumentos al momento de compartirlos, al igual que pensar un poco más antes de descalificar a los demás, será de mucha ayuda para el progreso de la libertad de nuestro entorno y también, de permitirnos aprovechar nuevas oportunidades de crecer personal, ética y moralmente.
Por supuesto que no es nada fácil avanzar en la transición y salir de los criterios, los patrones, las estructuras y los esquemas culturales por los que hemos sido formados, pero in order to achieve greatness lo mejor será procurar utilizar justificaciones morales para enriquecer y no recurrir a ellas para defender agresiones.
Como Corolario, “Tout dans la vie est sujet au calcul, il faut tenir la balance entre le bien et le mal”. Napoleón Bonaparte.