De amistades y realidades

Por María del Socorro Pensado Casanova

A lo largo de la vida nos encontramos conviviendo entre personas que conforman los distintos entornos en los que nos desarrollamos, y sin importar cuáles sean estos, familiares, laborales, académicos, culturales o personales, siempre terminamos acercándonos y perteneciendo a los grupos donde nos sentimos identificados por compartir una misma ideología y gustos en general, entre otros aspectos.

Las amistades van más allá de ver y hablar todos los días con personas queridas, es una elección que realizamos en cada momento de acuerdo con nuestro crecimiento interno y externo. Interno porque en el nivel íntimo, nuestro cuerpo y nuestra mente se apegan a la química positiva que producimos con personas a las que les tenemos afecto, y en el externo porque se relaciona con las distintas actividades que realizamos para sentirnos bien en nuestras sociedades.

El ideal perfecto y predilecto es permanecer para siempre con las personas que hemos elegido y mantener ese vínculo inicial que nos une desde un principio, sin importar qué sea lo que hagamos o dónde nos encontramos. No obstante, jamás seremos capaces de decidir o interferir en la elección de los demás para seguir construyendo y aportando a ese mismo cariño, es decir, no hay controles para que la amistad y el afecto sean recíprocos. Por esto, la realidad es bastante fuerte cuando las amistades no son eternas, sólidas, o bien, nos llenan de incertidumbres e inseguridades al momento en que nos damos cuenta de que vienen con una fecha de caducidad establecida por ciertos periodos en nuestra vida.

Al comienzo de una relación de amistad no es posible identificar estas características porque supondría la construcción de una barrera antes de conocer a las personas, lo que evitaría el disfrute del destino a su lado, y de aprendizajes sobre experiencias tanto buenas como malas. Sin embargo, con el paso del tiempo, sí que existe un aspecto fundamental que podemos realizar en el presente que habitamos con las amistades que tenemos, el cual está encaminado a fomentar nuestro crecimiento personal y la fortaleza de la motivación y ánimo diarios.

La identificación y el análisis de nuestros sentimientos y de las reacciones que tenemos cuando interactuamos en nuestros grupos sociales, es una herramienta clave para conocernos a fondo de pies a cabeza y viceversa, dentro y fuera. ¿Cómo podemos ser capaces de saber si una amistad ha dejado de generarnos un bienestar y debemos alejarnos de una persona por nuestra salud mental y física?

Conociéndonos, es la respuesta correcta. Si bien, hemos aprendido desde la infancia que la confianza con una persona no ocurre de forma automática, esta se construye y se logra, lo mismo debe existir y prevalecer con nosotros mismos para ser capaces de reconocer las conductas que no queremos practicar ni tampoco recibir en contra nuestra.

La discriminación y la violencia no vienen envueltas en un papel celofán con etiqueta de precaución, por el contrario, sus múltiples tipos y modalidades van acompañadas de conductas engañosas que nos harán poner en duda nuestra versión. Los malos tratos no le ocurren únicamente a personas ajenas o alejadas a nosotros, no se difunden solamente en los medios de comunicación, ni tampoco son una parte exclusiva de las anécdotas y los relatos que escuchamos, son una realidad en la sociedad actual y están más cerca de lo que podemos siquiera pensar o imaginarnos.

Nadie tiene el derecho de hacernos sentir mal, humillarnos, discriminarnos o violentarnos, y menos aún si quienes lo hacen forman parte de nuestras amistades, por lo que la primera señal que debemos encontrar y reflexionar frente a las personas más cercanas son los sentimientos que nacen al relacionarnos y convivir con ellas. Debemos definir si sentimos o no seguridad de ser nosotros mismos, sin llevar a cabo conductas que intenten aparentar ser alguien más; verificar si tenemos confianza o no, si somos abiertos, o si tratamos simplemente de actuar de acuerdo con el carácter y gustos de otras personas, esa es precisamente la otra respuesta que nos dirige a continuar o no con las relaciones de amistad que llevamos en el corazón.

Coincidir a pesar de nuestras diferencias con los demás es muy sencillo cuando existe cariño, pero en ocasiones el afecto únicamente se presenta desde nuestra parte y no de la otra. Ante esto, son muchos los factores que nos evitan reflexionar sobre el daño que nos causa permanecer al lado de las relaciones de amistades negativas.

Algunos ejemplos, verse en la obligación de cambiar el círculo social, terminar una relación afectiva con personas que conocemos desde la infancia o de muchos años atrás, no tener otro grupo de compañeros de trabajo, no soportar las pérdidas y la adaptación a nuevos espacios laborales o académicos, y un sinfín más de motivos que nos llevan a pensar en otras cosas excepto en el daño que sufrimos por no poder ser capaces de actuar y de ser tal y como somos con nuestras propias amistades.

Es importante e imprescindible recordar que el mayor valor nos lo da nuestra identidad y mentir sobre esta para evitar ser afectados sencillamente no es una opción, aún peor cuando nos vemos obligados a hacerlo con tal de pertenecer o seguir perteneciendo a un grupo de amistades. El dolor que nos puede provocar una separación o el término de una amistad es grande, pero mantener un silencio de nuestra realidad es mayor.

Hablar con nuestras amistades sobre cómo nos hacen sentir y los efectos que tienen sus malos tratos sí es una opción, pero si a pesar de haber actuado con honestidad se repiten los patrones de conducta que nos llevaron a reflexionar sobre su amistad, se debe replantear la lista de pros y contras de esas amistades, hasta que sentirnos bien con nosotros mismos sea la respuesta.

A través de esta reflexión incluso podemos hallar la respuesta sobre si somos nosotros mismos hemos sido quienes practicamos conductas incorrectas hacia otras personas, y así estaremos en la posibilidad de eliminarlas en su totalidad. Este análisis personal sobre las amistades, no nos exime de responsabilidades sobre cómo nos relacionamos con los demás, porque para todas nuestras interacciones primero va nuestra posición en la vida y la forma en la que intervenimos.

Darnos la oportunidad de crecer y reconocer si las personas queridas nos acompañan en nuestros logros y nos abrazan en los momentos difíciles es esencial para despertar con más fuerza a lo que viene en nuestro presente y futuro. Los errores serán enseñanzas, pero cualquier tipo de discriminación y violencia que sufras debes ser capaz de identificarla para terminar con ese vínculo y solicitar apoyo, no estamos solas ni solos en este mundo donde nos encontramos, siempre hay una mejor opción y para todo hay solución.

Donde hubo mucho cariño siempre quedan buenos deseos, una amistad no tiene que ser para siempre y no debemos forzar las relaciones que no nos aportan estabilidad y que no nos brindan resistencia o fuerza para superar los obstáculos que aparecen día a día, aprendamos y seamos conscientes de compartir nuestro tiempo con aquellas personas que se alegran de tenernos en sus vidas al igual que nosotros de procurarlas a ellas.

No demos por hecho que tenemos a las personas para toda la vida, recibamos los cambios y hagamos lo posible por estar presentes reconociendo a quiénes también lo hacen por nosotros, dediquemos energía a quiénes nos la dedican y conectemos con el presente y futuro de nuestras vidas aceptándonos y mostrándonos tal y como somos.

No tengas miedo de empezar desde cero con las nuevas amistades que valoren todo lo que hay en ti, encuentra un espacio en el que sientas la seguridad de querer y de sentirte bien.

 

Si has sido o eres víctima de algún tipo de discriminación o violencia, escríbeme y con gusto te apoyaré, Amarelille te espera con los brazos abiertos...